miércoles, septiembre 14, 2011

¿Crónica de qué?

Llevo ya dos meses en periodo “sabático”. No sé cómo es que se pueda hacer la crónica de los días encerrado, la mayor parte del tiempo, en un pequeño cuarto. ¿Qué se puede contar de la vida estando ahí?

 La vida pasa en todos lados. “Ahí afuera”, dice el cliché. Pero aquí, adentro, también pasan montones de cosas. ¿Cuáles son?

Para empezar, debo explicar por qué estoy en ese período al que llaman “sabático”, séptimo año durante el cuál los hebreos dejaban descansar sus tierras. Dejé mi trabajo porque se supone que me iría con una banda de rock a tocar por todos lados, auspiciados por una importante compañía. Bueno, pues ese plan se pospuso y no me queda otro remedio mas que ajustarme a los plazos logísticos y términos que conlleva una industria radicalmente distinta de aquélla a la que antes pertenecía.

 Es decir, los últimos 6 años de mi vida se medían en semestres y veranos, por que la “industria” educativa así lo requiere. Por que era profesor y mi vida dependía de eso. Decidí dejarlo para dedicarme exclusivamente a la música. Pero esto se mide de otra manera. No hay semestres, ni bimestres, ni años, ni semanas… Uno puede estar tocando horas enteras antes de encontrar la idea creativa que produzca una canción. Uno puede componer cuatro canciones en media hora. Uno puede tener una idea musical brillante estando con la mejor y más cara guitarra, o te puede venir estando en el metro, en misa, en el antro o en la cama con una chica. Los músicos que lean esto saben de qué hablo. Así pues, se pospuso un proyecto de ir a tocar por todos lados, y yo me encontré de pronto sin mi trabajo anterior, sin departamento, y con unos cuantos pesos que ahorré. Tras 6 años de arduo trabajo académico, salpicado con mis proyectos alternos, estoy, ahora, “descansando”, involuntariamente, mis tierras.

 Caí en blandito, la verdad. Llevo dos meses viviendo de nuevo con mis padres. Pensé que sería difícil, que no habría compatibilidad, y que muy pronto surgirían rencillas, resultado de años de estar, cada quien, forjando en solitario su propio estilo de vida. No pude estar más equivocado. Vivo un reencuentro intenso con mis padres. Durante los años de vivir por mi cuenta perdí la sensibilidad sobre la vida cotidiana de ellos. Ahora que los tengo todo el tiempo, miro cómo van enfrentando el umbral de sus últimos años. Sus cuerpos se hacen frágiles, pero sus espíritus son más fuertes. Tengo diarias dosis de sabiduría, de parte de dos grandes seres que pueden hablar de lo que aprendieron, y pueden decir satisfechos, que han vivido. No puedo describir lo que siento al ver a mi madre desayunar su plato de papaya con yogurt de durazno, o cachar a mi papá comiéndose unos pistaches mientras lee su revista de coches. Qué bueno que me quedé sin nada.

 Este rollo sabático me ha traído un nuevo beneficio. De enero a junio de este 2011 solo había podido leer dos libros. Lo confieso con profunda vergüenza. Ahora me he puesto vigorosamente al corriente, y creo que si un trabajo no te da para leer al menos dos horas al día, te está comiendo la posibilidad de confrontar de manera permanente y sistemática las realidades, mundos, ideas, disfrutes y placeres que existen alrededor de la vida; esa que uno se pierde en juntas, burocracia y conversaciones sin sentido. Qué bueno que me quedé sin nada, porque gracias a eso me reencontré con Maquiavelo, aprendí de Ezra Pound y José Emilio Pacheco el arte de pintar la realidad. Casi en éxtasis leí las historias de Rúbem Fonseca, además de mitos y leyendas, las teorías de los sistemas autoconscientes de Hofstadter, y lo que la música provoca en el humano a nivel neuronal, y una novelita de Elmer Mendoza, y los sistemas emocionales de los elefantes, tan parecidos a los humanos… Qué bueno que me quedé sin nada.

 ¿Ya dije que me quedé sin dinero? No. Dije que tenía un poco ahorrado. Tan poco, que ya me lo terminé. El dinero te hace cauto, te hace defenderlo a mansalva, a buscar algo estable y definido con tal de disminuir las posibilidades de perderlo. Pues bien, ya lo perdí. Todo. Así que de nada me sirve ser cauto. Si no tienes dinero en una sociedad que se mueve precisamente en base a eso; si te quedas estable, te mueres. Qué bueno que no tengo dinero, porque estoy encontrando nuevas maneras de conseguirlo. Mis maneras. Ahora acabo de montar con dos amigos una empresa productora de música, y ya tenemos a nuestros primeros clientes. Ya recibí mi primer dinero. El primero en 6 años que no viene de una fuente institucionalizada. Viene de la actividad que a mi se me ocurrió porque no tenía otra opción mas que hacer lo que me diera la gana, de una forma enfocada, útil y honesta. Hace dos meses era un profesor, miembro de una institución. Hoy soy un productor.

 Creo que lo mejor que me pudo pasar fue, precisamente, “quedarme sin nada”. Tengo, estrictamente hablando, lo que necesito. No soy ni más ni menos. Me siento libre, con toda la dulzura y con toda la angustia que la libertad implica. Además, estoy con una mujer a la que adoro y de quien aprendo todos los días algo. Tengo a mis hermanos, mis primos, mi amigos. Tengo a la música, que jamás me abandona. Arriesgué todo por un sueño y hasta el momento no termina de ocurrir. Pero muchas cosas ocurren al mismo tiempo, solo que, casi siempre, uno decide no verlas. Nadie podrá acusarme de no haber sido valiente.

 Esta crónica no es acerca de lo que pasa afuera, sino de lo que pasa aquí, dentro de mi, y en los jardines de lo que soy.

8 comentarios:

H dijo...

Gran crónica mai, no puedo dejar de identificarme con ella, a pesar de que afortunadamente mi trabajo me permite aun (no se por cuánto tiempo más porque las inquietudes capitalistas ya absorbieron de lleno a mis superiores) disfrutar de todas esas pequeñas cosas a las que renuncias cuando decides, voluntariamente, someterte a ser esclavo de una institución o corporación. Hay algo que mucha gente prefiere no entender, no importa que tan gordo sea tu salario tu tiempo no puede ser comprado por ninguna moneda existente.

Ramón Santillana dijo...

Aférrese mai, resista, que su tiempo es lo más valioso!

Rsynth1 dijo...

Recorrer los sentimientos arriba, abajo, dentro y fuera, forja los diversos criterios para disfrutar la esencia de las cosas, todo es nada si antepones tu necesidad mas próxima, por lo cual, a pesar de que entiendo su sentir... refrendo la anti tesis que me hace creer que la costumbre marca plazos absurdos cuando los equilibras con motivos mas profundos de vida... esos a los que la vida te enfrentara tarde o temprano para dar respuesta a tu actual sentir (inexplicable de alguna forma)
Te mando un abrazo y sé perfectamente que entenderás mi cagadera mental... ja ja

BJ Reynolds

Ramón Santillana dijo...

Mi querido Reynolds, más que cagadero, creo entender el equilibrio al que te refieres... la necesidad podría convertirse en motivo de vida? probablemente si.

Saludos amigo!

Anónimo dijo...

Me encantó leer tu blog, pero sobretodo me gustó más saber que eras tu. Soy Marimar de Queretaro.

Ramón Santillana dijo...

Hola Marimar! qué gusto saber que diste con el blog, ¿Cómo fue que ocurrió?

Te mando un abrazote!

Anónimo dijo...

Brillante Moncho, te quedaste sin nada, pero lo tuviste todo.

Unknown dijo...

Fuí afortunada de conocerte cuando decías: Qué bueno que me quedé sin nada.
Deseando que mi amistad fuera un poco y desaparecer la nada.