martes, noviembre 06, 2007

El enano platicón

Muy a menudo me topo en mi camino con un enano. Cuando conduzco por las Torres, casi llegando a Carranza, puedo divisar la silueta extraña de este individuo, sentado sobre un tabique que a su vez está sobre la banqueta. Tiene una cabeza gigante, el tórax cuadrado y unas piernitas. Es moreno, siempre trae puesta una gorra beisbolera, y por debajo de ésta se le asoman unos cabellos negros, cenizos y mugrientos.
Al principio solía acercarse al auto, extender la mano y esperar a que yo depositara sobre ella alguna moneda. A veces no le daba yo nada y se iba como si no pasara nada. Siempre está sonriendo. Su voz es similar a la de un gangoso, pero a este enano si que se le entiende bien.
En la misma esquina está su papá, un tipo flaco, sesentón, que vende trocitos de caña de azúcar con chile. El enano dice que gana más limosneando de lo que su jefe saca con sus cañas. No lo dudo.
Con él he tenido conversaciones que duran semanas enteras, y no porque sea muy intensa o interesante, sino porque sólo logramos articular frases que duran lo que tarda el semáforo en ponerse en verde. Llegué una vez al cruce, el enano se me acercó, me saludó con un gesto de la cabeza, moviéndola para atrás. Bajé el cristal y me preguntó: “¿Qué pasó con eso?” Se puso el verde y me tuve que arrancar.
A la siguiente vez que pasé por ahí: se me acerca, me saluda con la cabeza, bajo el cristal y ahora yo le digo: “¿Qué pasó con eso de qué?”, y se pone en verde y me tengo que arrancar porque el idiota de atrás ya está pegado al claxon.
Tiempo después sucede la misma escena, pero ahora él me responde: “Pues con eso que te pedí”. Dos días mas tarde le digo: “Pero si no me has pedido nada”. Al día siguiente, por la mañana, me dice: “¡Cómo no!, si eras tú”. “¿Yo qué güey?” Alcanzo a decirle.
Por la tarde, cuando paso de nuevo me dice “Pues eso que te encargué”, y mientras cambio de neutral a primera le respondo “¿Pero de qué me estás hablando carnal?”.
Al final de la semana me enteré de que se confundió, que no era yo, que era otro baboso con una jeta idéntica a la mía. Eso no impidió que a la siguiente vez, mi amigo el enano ya estuviera preparado. Cuando vio que mi auto se acercaba, conmigo adentro, de inmediato se levantó de su ladrillo, calculó el punto donde yo habría de frenarme y ahí se quedó paradito. Cuando llegué, bajé el cristal, lo saludé, y al mismo tiempo que él hacía la cabeza para atrás, como diciendo “Quiubo”, estiró la mano y me entregó algo. Se trataba del recorte de un teléfono celular, marca movistar, enmicado. “Eso es lo que quiero que me des”, dijo con una sonrisa que le proporciona su gigante boca. Miré el enmicado y no supe qué responder. Me tuve que arrancar.
A la siguiente vez que pasé le pregunté: “¿Y yo por qué te tengo que comprar uno de estos?”. El enano se llevó las manos a la gorra, sonrió chiveado, y me dijo “¿Pues por qué no?, y yo, “Pues qué te debo o qué”, y se puso el verde.
Luego vinieron los huracanes, y con ellos las lluvias y el mal tiempo. Supongo que el enano se sintió damnificado, puesto que su lugar de trabajo se vio afectado por las inclemencias climatológicas y no apareció en un par de semanas.
Cuando se fue la lluvia y volvió a aparecer el sol, así como los conejos salen de sus madrigueras, o los geranios retoñan, o las señoras popis se juntan a desayunar, apareció el enano en su esquina, sentado en el ladrillo. Cuando me acerqué en mi coche y lo vi desde lejos, pensé para mis adentros: “¡Ya valió madre, me va a preguntar que qué pasó con su movistar!”. Sin embargo, coincidió que el semáforo todo el tiempo estuvo en verde, así que no había necesidad de detenerme, y pues que me hago pero bien pendejo y que me paso sin siquiera saludarlo.
Al día siguiente me tocó en rojo, y el enano ahí estaba, al lado de mi carro, haciéndome “Quiubo” con la cabeza. Qué remedio. Bajé el vidrio, lo saludé, y me contestó: “Estás invitado el 4 de octubre”. Al día siguiente supe que ese día es su santo, y que habría fiesta en un pueblo llamado “Tixca”. Esa misma tarde me enteré de que Tixca queda por… ya se me olvidó.
Ahora, me urge encontrar cualquier pretexto para pasar por la esquina de las Torres y Carranza, para saber cómo llegar a Tixca, seguro habrá mole con pollo y arroz, y quizás tenga que aparecerme con un “brand new” movistar para el enano, para que a la próxima mejor me llame y en 5 minutos resolvamos lo que en casi un mes no conseguimos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanto, estaba picada...

Anet dijo...

jaja yo tambien conoxco a ese enano jejeje....
a mi me pidio un ipod jajaja no no es cierto :p

Anónimo dijo...

Es vdda mi me pidio un rolex que por el dia del niño jaja.

Es vdd esa Historia?? por que yo soy de Tixca y bueno me parecio interesante jaja aunque pss nunca supe de ese enano