lunes, marzo 12, 2007

El encuentro

I

¿Qué haces en la chamba a estas horas?- le pregunté a Carlo. Él comía una ensalada de manzana, yo me preparaba para irme a mi clase de japonés. ¿Japonés?- me preguntó intrigado, -¿Quién te da clases de japonés? Dos preguntas al hilo y sus respectivas respuestas. -Sí, japonés, me las da un cuate que tengo- le digo, -(las clases)- le aclaro. Se ríe y después me dice -¿Y tu profe es japonés? -Pues más o menos, digamos que es mexi-japo, habla los dos idiomas desde morrito.- es mi respuesta -¿Y ti puero acompaniar?- Carlo lanzó esta pregunta con ojos de suplica. -¡Claro broder, no veo por qué no! ¡Ah, no manches!- me dice; -¡Deja apago toro y nos vamos ¿no?! Lo dejo hacer.
Carlo es gabacho y además es profesor de japonés. Vive en Toluca, tiene una banda de rock y habla muy bien español. Según confiesa este amigo mío, lleva año y medio sin hablar japonés “así chingón, ¿sabes? con japoneses de a de veras”. Le dije que pues no sé bien qué tan japonés es mi cuate, pero eso si, es bien meshica, me consta su pasión por el albur, la fiesta y las garnachas post-borrachera.
Mandé un mensaje al celular de mi profe: “Carnal, hoy llevaré a alguien que te quiere conocer”. Mi profe me responde: “Que sea vieja y que esté buena, si no no”. Llegamos a la escuela de idiomas. Carlo estaba francamente impaciente, creo que hasta emocionado. Esperamos afuera del salón hasta que finalmente se acercó Masa, mi profe, mi amigo. -Carnal, él es quien te quería conocer. Como verás, ni es vieja ni está buena pero la sorpresa te agradará. Masa no dijo mucho, se presentó muy formalmente y en eso mi amigo Carlo se arranca hablando japonés. Konbanwa watashiwa hai genki desu, ooooooo, yo nomás los miraba. Se desata el lavadero nipón. Masa pelaba bien grandes los ojos, Carlo ponía cara de buscar las palabras correctas. Alrededor se plantaron dos o tres espectadores medio asombrados de escuchar una conversación en verdadero japonés dentro de este refundido pueblo. Uno de ellos, gordito, tenía la boca francamente bien abierta.
Moshi moshi tanuki nan sai deska, cuando Masa me voltea a ver y me reclama -¿Por qué no me habías dicho nada cabrón? Pongo cara de tonto, no sé qué decir. Carlo también me encara y me dice -¡Sí, pinche güey, porqué no digas nara? El acento del gringo diciendo “pinche” me da risa. -¡Oh, perdón perdón! Pero Masa arremete diciendo: -¡Este güey dice que lleva año y medio en Toluca, y en todo ese tiempo te he visto pinche mil veces, ¿por qué no me habías dicho nada?! Me defendí diciendo –Pus ya te lo traje ¿no?, ya qué me la armas de tos.
Pasamos todos al salón. Masa le pidió a Carlo que se presentara con la raza, -Konbanwa Minasan, Watashi wa Carlo desu, y un montón de cosas más. Algunas chicas lo miraban con admiración, pues este gringo es alto, de ojo claro. Dicen que se parece “al que sale en ‘La Momia’”. Noté que Masa, mi profe, mi amigo, también estaba emocionado. Nos puso a hacer diez oraciones bien perras, -¡órenle, a trabajar!, y se puso a platicar con Carlo, en japonés. Mientras hacía mis oraciones, traía al lado un bonito soundtrack de ooooooooooo, arigatou doita shimashite. Luego los dos se reían y enseguida me miraban, -¿Se están riendo de mi cabrones?- los reté, y Masa me decía: –¡Baa! Y Carlo se reía. -¿Qué quiere decir “baa”?- les pregunto. Carlo me dice: -Quiere decir buey. Les hago caracolitos con la mano, -¡pa’ los dos! Se vuelven a reír y siguen platicando.
Minasan (en español: la gente, la raza, pues), comienza a terminar su ejercicio. Van con Masa para que se los revise. Cuando se acumula más de una persona para que Masa cheque si sus oraciones están bien o mal, éste les dice que se las muestren a Carlo. El gringo comienza a revisar los ejercicios con la cara de placer que tiene aquél que se acaba de meter en un jacuzzi bien calientito, con una copa de champagne en la mano. Curiosamente, las chicas se saltan la aduana “Masa” y se van directo a que Carlo les revise sus oraciones.
Termina la sesión, el gringo-japo y el mexi-japo intercambian números de celular, correos electrónicos, y la promesa de verse pronto y seguir cotorreando. Nos despedimos. Carlo me pregunta que si tengo hambre, que tiene ganas de una chela. ¡Vámos!- le digo, -Conozco un lugar aquí cerca.
Le caímos a las Palmas del Sur, un restaurante de tacos al carbón. Carlo seguía muy contento por su encuentro con Masa. –No sabes cómo me hizo recordar este cuate tantas… too many things, you know?- me dice, con cara de nostalgia. Pedimos medio kilo de fajitas de pollo, una cheve cada uno, y nos enfrascamos en uno de esos temas de los que casi no hablamos los hombres: mujeres. Pensé que luego pagaríamos la cuenta, chau chau, ahí te vez, que descanses, con cuidado, etc. Pero no conté con que mi celular vibraría. La noche apenas había comenzado.

II

-¡Hasta que contestas cabrón!- decía la voz detrás del auricular. Era Masa, mi profe, mi amigo, que por todo reclama. -¿Qué pasó güey?- le digo. ¿Por qué no se vienen a mi depa y cotorreamos?- me sugiere. –Pues es que ya estamos cenando carnal- le explico. Masa resuelve: -Pues que se los envuelvan para llevar, se lo traen, pasen por unas chelas, yo te pago aquí. Me gusta el plan. Colgamos. Le cuento a Carlo la idea, -¡Oh, sí, yo quiero… me parece… I think it’s a good idea man!- exclama.
El medio kilo de fajitas nos lo llevamos… pero puesto, no quedó nada en el plato. Le pido que me siga. Nunca he ido al departamento de mi sensei pero sé cómo llegar. Primero, la obligada escala, un six de Indios bien heladas y una bolsa de papitas. Las chicas del Oxxo no le quitan la mirada a Carlo, como si lo conocieran, o lo hubiesen visto en una película, “La Momia” tal vez. Que ¿Cuánto es? No pues que 64 pesos, No carnal yo pago, Aquí tiene, Recibo 100, 36 cambios. Mientras la chica guarda las cheves en una bolsa me pregunto porque al cambio que te dan en una tienda a veces lo dicen en plural: “Cambios”
Vamos por la ciudad, vuelta a la derecha en Colón, izquierda en Las Torres, Carlo sigue mi cochecito rojo en su troca verde con placas de Texas. Nos sumergimos en el nebuloso mundo de la Jiménez Gallardo, pinches focos de la calle, pa que los ponen si no los prenden, “En el ISSSTE te das vuelta a la izquierda” me había explicado Masa alguna vez. Ya está, la vuelta, al fondo los edificios, casi llegamos, oiga poli el edificio 13, no pues que al fondo a la izquierda, ahí búsquele el numerito, chido, gracias.
La estacionada, no veo el número 13, -ahí está güey- me dice Carlo. Ya lo vi. No me acuerdo: depa 412 o 402. Creo que el 402. Nos metemos al edificio, subimos las escaleras y nos topamos con un muro que tiene dibujado un cerdito. Abajo dice “Marrana”, -¿Qué es marrana?- me pregunta Carlo, -Pig, le digo, -¿Y por qué lo escriben en el muro?- vuelve a preguntar; -No sé- le digo, -Tal vez así le dicen a Masa. Carlo, el gringo, mi amigo, se despedorra de la risa. Yo creo que el sensei nos escuchó, pues cuando llegamos al 402 se abrió la puerta justo antes del “noc noc, ¿quién es?”
-Welcome to my place- dice mi profe Masa, todavía con la mano en la manija de la puerta. –Ooooooooooo- escucho de Carlo, no se pudieron esperar ni tantito, empezaron a parlotear en japonés y no me quedó de otras más que buscar espacio en la mesa para poner las cheves. Ahí donde las puse ya había otros dos six de cerveza sol y como 4 bolsas de papitas y cacahuates.
Masa nos muestra el lugar, su cuarto y el de un amigo alemán que ahí vive pero que no estaba en ese momento. El anfitrión nos pregunta qué queremos escuchar. Yo le pregunto que si tiene a Dream Theater. -¡Claro que si!- dice, pelando sus ojitos rasgados. Pum, trarara, los tamborazos y guitarrazos, salud, chocan las botellas. Luego de un rato hice una propuesta ambivalente, que tenía mucho de positivo pero también de negativo: le digo a Masa que se ponga discos en japonés. Lo positivo es que por fin pude escuchar música de aquél lejano país. Lo malo es que a partir de ese momento me convertí en un mero observador de la tertulia.
Carlo sonrió con los primeros acordes que salieron de la Bocina. -Oh my god, I know that one! What’s the name of the guy? Masa se puso en pie y dijo algo que me sonó a Hashi Yiguchi, y enseguida movió su brazo como imitando a un guitarrista, sus ojos cerrados, haciendo tensión en el bíceps, y Carlo seguía la letra, hikyu yomi karikushi yo yo yo. Hablaron por horas, cantaron, rieron, y yo nomás mirando, con mi cheve calentándose en mi mano. De vez en cuando me acercaban los cacahuates o la bolsa de sabritones. Aun así, yo estaba contento, el show que daban era divertido.
Luego el Masa se me queda viendo, y cruza su mano derecha hacia la parte izquierda de su rostro, posando su mejilla en el dorso de la mano. Carlo explota en una carcajada y mi sensei también. -¡Ahora de qué chingaos se están riendo!- les digo, francamente divertido. –Esto, en Japón- me dice Masa, refiriéndose al gesto que acababa de hacer- quiere decir lo mismo que en México significa esto:- y hace la mímica de alguien que se está enterrando un puñal en el pecho. -¡Peeeeendejo!- Le grito.
-Cheers man- me dice Carlo. Salud pues. Me incorporan a su charla y el tema fue uno que a los hombres casi no nos gusta discutir: mujeres. El gringo, el japo y el meshica hablando de mujeres. Cuando se habla de ellas no importa el idioma, la nacionalidad, ni si tenemos maestrías o si somos contadores o ingenieros.
Las horas se llevaron con ellas nuestras energías, y nosotros nos llevamos puestas las cervezas a la calle, no sin antes darle un abrazo al sensei, que descanses, aquí tienen su casa, ¿por qué no nos habías dicho nada? Ahí afuera nos esperaba el asfalto frío, los semáforos que con sus colores brillantes indican algo que nadie ve a esas horas. Encuentros, factorías de nostalgia, noches superfluas que rellenan huecos del nomeolvido, personas que asisten a la cita del destino. Un encuentro es quizá una neurona que se enciende dentro del cerebro universal, y que raras veces continúa prendida.

8 comentarios:

JE dijo...

Masayushi Omoto es hijo de Kisaku Omoto, mi sensei de Karate de aaaaños... JE =)

Anónimo dijo...

Ahhhhhhhh!!!! Un abrazo al meshika y porfa extensivo al buen Masa.....

Anónimo dijo...

wow!!!
q ondas cn tus historias eh monch?
Fíjate que me he dado cuenta que disfrutarlas es un gusto adquirido, y que cada vez me pico más! La verdad es que ojalá tuviera más tiempo libre para echármelas (o más bien, que lo dedicara a eso, peor bueno, poco a poco las devoro, jaja). Ésta en particular me gustó mucho porque tuve dos personajes a quienes imaginar perfectamente: tú y Carlo, je. Tú amigo el mexi-japo salió bien chistoso en mi mente, pero creo que lo caricaturicé un poco. Bueno, enhorabuena! Gracias por darnos la oportunidad de leer tus reflexiones sobre la vida, que, aunque no tan profundas como las de Caarl Sagan sobre los granos de sal, son muchos más entretenidas. No dejes de escribir!

Anónimo dijo...

Viva la globalización!!!! ALine.

Anónimo dijo...

Que sorpresa encontrar esto.. Sólo perdía el tiempo buscando aldo que leer, llegué a esto. Esa padrísimo, tienes un forma sinceramente fascinante de escribir, no es tanto la historia, escribes muy padre. Yo como muchos de Toluca conozco a Masa, mi mejor amiga es Sasa (hermana de Masa) y conozco mucho de Carlo, aunque no en persona, Sasa habla de él. CDT, te felicito, me gusta mucho como escribes.

ARI

Anónimo dijo...

Yo conozco a un teacher de japones que empezo en el Cele de Toluca y le daba clases a Masa, es bien chin...porque es traductor oficial de japones y ya sido becado 2 veces a japon, vive en toluca y a veces lo contratan de traductor en japon. El Sr. Omoto tal vez lo receurde pues lo conocio en algun evento cuando estaba de traductor....si quieren se los presento para que practiquen con el en japones, le gusta dar clases gratis......

Anónimo dijo...

El masa es famoson... yo lo conozco del CELe

PROTEO® dijo...

A veces la vida nos ofrece sorpresas inesperadas y la lectura de tu narración (encontrada de manera totalmente fortuita) sobre este encuentro de tu sensei "Masayoshi" con tu amigo Carlo, me hizo reir bastante. Efectivamente reflejas en ella el caracter y personalidad de este chamaco quien, junto con su adorable hermana Sayuri, son como mis hijos y los quiero entrañablemente.
Saludos y felicidades.
Atte: L.E. Rodolfo Tapia