viernes, septiembre 08, 2006

El espejo sigue enterrado

I
Me cansé de que me platicaran, de las noticias, de las decenas de opiniones plasmadas en los medios que básicamente dicen lo mismo. Vivo en Toluca y en esta ciudad es fácil diluirse en el limbo; fuera de lo que la mayoría piensa, parece que pocos se animan a indagar un poco más. Quería leer en un diario una opinión que no fuera la de nadie; que fuera mi propia opinión. Y sí, le puse un cassette a mi grabadorcita, chequé que mi bolígrafo aun pintara, y escogí una página de mi cuaderno de viajes. De donde vivo al Paseo de la Reforma uno se hace más o menos una hora con diez minutos. Pude llevarme mi carrito nuevo, ese que empecé a pagar a plazos, pero ante el inmenso desmadre que todo mundo se ha encargado de pintar en mi cabeza con respecto al Movimiento de Resistencia Pacífica del PRD, consideré como lo más prudente el aventarme en democrático autobús.
Antes de irme, alguien que conocía mis intenciones me dijo: -Por ahí mientales la madre de mi parte-, -Pues a ver…- respondí.
Llegué a Reforma a la altura de la Diana Cazadora, a eso de las diez y media de la mañana. Todo me pareció bastante en calma. Un tío me contó que los campamentos olían a pura mierda. No lo dudo, mi tío nunca me ha mentido, aunque supongo que entre que me lo dijo y yo estuve ahí algo pasó, las lluvias o la poderosa influencia del Santo, los prodigios de Super Barrio, no sé, pero a mí me olió a otra cosa, digamos, a limpio, a jardinera o árbol, a gente sentada sin hacer nada. Era domingo y todo estaba en calma. Apostados en sillas, los paristas disfrutaban el fresco de la mañana, con sus manos metidas en las bolsas de sus chamarrotas. No me dio la impresión de que estuvieran haciendo algo más que platicar. Ya dije que era domingo, seguro era eso. Los comercios casi todos cerrados, muy pocos automóviles cruzaban por las glorietas donde sí hay acceso. Los campamentos de los lopezobradoristas parecían atractivo turístico, pues muchos paseantes con apariencia extranjera se detenían en la acera para sacarles fotos. También iba una señora con dos perritos, quienes cagaban a la vez que su dueña leía las cartulinas y mantas colgadas por todas partes.
Caminé entre las casas de campaña, las sillas, los equipos de sonido, los templetes. Vi un enorme busto de López Obrador, confeccionado con cartón y papel maché. Una gran piñata, pues. Había mucho más cosas que personas. De un listón colgaba un plumón, para que uno lo tomara y escribiera con él lo que quisiera sobre unas cartulinas. Había caricaturas de Felipe Calderón con cola de rata, mostrando sus “manos limpias”, llenas de pelos. Había caricaturas de Carlos Salinas frotándose las manos; de Luis Carlos Ugalde, a quien con unos cuantos trazos le acentuaban lo imbécil del rostro. Me detuve en unas líneas escritas en la esquina de una cartulina: “Que se cuiden los burgueses, esos que tienen para comprarse un carrito (claro, a plazos), porque ahora es nuestro turno…” Decía algo más, pero para antes de la siguiente palabra ya me había yo encabronado y no recuerdo. Volteé a todos lados, pensé que alguien me conocía, vio que me acercaba y escribió eso para molestarme. Puse cara de Ugalde. Ok, me dije, libertad de expresión y bla bla bla. Definitivamente el sistema está podrido, es decir, responder a necesidades creadas, inventadas, tener que trabajar para comprarse un carro, poseer una cosa. Pero al final de cuentas yo decido en qué trabajar y qué hacer con el dinero que me gano, y no me explico en qué le puede molestar a alguien el que me compre un carrito (porque además es chiquito), y sobre todo, a plazos.
Estas profundísimas reflexiones me fueron arrebatadas por un contingente de unas ocho personas que comenzó a gritar “Vámonos al zócalo, órenle, párense”. Con entusiasmo uno de ellos gritaba por un altavoz, otros se acercaban a los que hacían guardia y los apuraban con las manos, aplaudiendo, “Órenle cabrones, vamonos p’al zócalo, ándenle”. Una señora empezó a gritar “¡El que no vaya es panista!” Todos le siguieron, como cantando, con ritmito, “¡El que no vaya es paniiiiiiiista!” Una señora de pelo cortito, que también estaba sentada en una silla les dijo “Si quieren a mi díganme priista, yo aquí me quedo”. Luego se rió, solita. Por cierto, ésta ilustre ciudadana cuidaba una mesa en donde una cartulina invitaba a la gente a inscribirse a la próxima Convención Nacional Democrática. A todo lo largo de los campamentos encontré otras mesas como ésta.
Me uní al contingente. Ahora, éramos nueve los que llegamos a la glorieta del Ángel. Me quedé un poco atrás para esperar a un viejito que venía corriendo, con su gorra amarilla y una banderita del mismo color. A punto estaba yo de hacerle plática cuando sin saber de dónde, aparecen dos individuos que se nos pusieron al lado. Lo que de ellos me llamó la atención fue su charla. Uno le explicaba al otro su irrefutable teoría sobre la próxima conflagración bélica que los Estados Unidos, “esos hijos de la chingada”, planeaban ejecutar en el Caribe. Chido. El viejito siguió corriendo y no pude preguntarle nada.
También se nos unió un muchacho, quien cargaba una canasta llena de churros. Media cuadra más adelante el contingente ya era de unas 40 personas. Avisté una cancha de voleibol, mamparas llenas de grafitis, un letrero que decía “Sufragio PEJEctivo, No Calderón”. Unas mujeres distribuían mochilitas amarillas. Casi llegando a la esquina de la Palmera, llamaron mi atención unas personas que vestidas de blanco le daban masaje a unos paristas, quienes, sentados en sus sillas, ponían cara de éxtasis. Me detuve justo al lado de dos turistas, quienes previamente habían solicitado una explicación a uno de los masajistas. Escuché que éste último les decía “Si mire, esto es una técnica denominada Reiki, y nosotros estamos por recibir nuestro título de maestros de la disciplina, y mientras tanto, venimos de forma gratuita a ofrecer masaje a los compañeros paristas, porque al estar todo el día aquí sufren de un fuerte estrés” Escuché detrás de mí una risita. Al voltear reconocí al muchacho de los churros, quien negando con la cabeza se alejaba del lugar.
Seguí mi camino. En la siguiente cuadra hay una exposición que se llama “Voto por voto, foto por foto”. En la banqueta. Se trata de una selección de imágenes capturadas por distintos fotógrafos, para ilustrar lo que para la Coalición por el Bien de Todos significa el movimiento de resistencia civil. Comienza con unos versos de Fernando del Paso, de los cuales rescato sólo el último: “El fraude, el gran fraude, ya estaba allí, entre nosotros, desde mucho antes del
2 de julio”. Sigo. Llego a donde se ubicó el Frente Amplio Democrático Tláhuac. Ahí tienen expuesto un tanque de guerra, de cartón, con unas esculturas de Fox, Calderón y Salinas, que parecen piñatas. Más piñatas. Al lado pusieron un blasón grande con el escudo nacional, y al lado de éste hay una gran televisión, igual de cartón, en cuya ficticia pantalla tiene escrito: “Alto al cerco informativo, la resistencia sigue”.
Finalmente cruzo Insurgentes, y al lado de la estatua de Cuauhtémoc, un señor vestido de charro, subido en un templete, pronunciaba un sentido lamento: “Compañeros, nos han rrebatado nuestros votos… si, esos que le regalamos a nuestro jefecito.” Con una mano sostenía el micrófono y con la otra el sombrero de charro. A su lado, otro señor, con sombrero estilo panameño afinaba su guitarra. El charro siguió su discurso diciendo que él dedicaba su vida a cantar, sobre todo en enventos de ese tipo, para apoyar a su jefecito. Luego, cambió el tono sentimental y severo con el que venía hablando, para decirnos: “yo imito ocho imitaciones, y voy a empezar con Jorge Negrete”. Y sin más rollo, empezó a cantar que de Cocula es el mariachi y de Tecatitlán los sones. El de la guitarra hizo un esfuerzo sobre humano por detectar en qué tono cantaba nuestro charro. Ya que se acoplaron dejé que mis ojos se pasearan en aquélla sección del campamento, y éstos se toparon de nuevo con el vendedor de churros.
Calculé que serían como las once y veinte. Me le acerqué al muchacho y de mirar los churros me dio hambre. Compré tres por seis pesos. Temo que algún perredista me llame burgués por hacer lo que acabo de hacer. Le pregunté que si le gustaba nuestro charro cantor, y sin decir nada nomás sonrió y procedió a ponerle azúcar a mis churros. Fue entonces que me preguntó si yo era perredista. Le dije que no, y aclaré que tampoco soy de los otros, o sea, cualquier cosa que no fuera perredista (Tal parece que no soy nada, pues). Le dije que mi presencia se debía a mi gusto y necesidad de ver por mi mismo lo que estaba ocurriendo. Luego fui yo quien preguntó. -¿Qué opinas de todo esto? Me miró fijamente a los ojos y me dijo: -¿Crees que aunque ganen, estos cabrones me van a dar de tragar? Nel, si no le chingo no salgo adelante. Nadie me va a dar trabajo, estos no entienden que pa’ salir adelante hay que ponerse a trabajar, mírelos ahí echando la güeva, así están toda la semana, y luego encima tengo que decir que soy perredista para que me dejen trabajar por aquí”. Justo en ese campamento tienen una manta que dice “Perdón por las molestias, democracia en construcción”.
No quiero escribir que había varios tinacos y que de ellos sacaban agua las mujeres para lavar montones de cacerolas. Tampoco creo justo describir las fotografías de la exposición que ya mencioné, donde verdaderas masas se congregan para idolatrar a López Obrador. Será mejor que la gente vaya y las miré con sus propios ojos. No creo prudente decir que antes que yo, otros miraron esas fotos, e incluso hubo uno que otro indignado que no resistió la tentación de sacar un plumón y escribir en la frente de Andrés Manuel la palabra “mentiroso”. Supongo que no es del interés de nadie saber que me conmovió la foto de una mujer pobre y anciana que miraba al tan famoso AMLO como quien se encuentra ante un prodigio. Y digo todo esto a manera de negación, porque siento que en el fondo a la gran mayoría no le interesa en lo absoluto. Digo que será mejor que vayan y lo miren por si mismos, porque a éste país le urgen más espejos donde aprendamos a mirarnos.
Tampoco le quise contar a los paristas que recién me había comprado un carrito, no tanto por suponer que no les importara, sino, en vista de su impresionante capacidad de argumentación, seguro me agarrarían a patadas, y la verdad es que valoro mucho mi integridad física.

II

En la Avenida Juárez la situación es distinta. Hay más actividad, hay más gente, se notan mucho más organizados. Hay señoras que cortan el pelo por quince pesos. Hay médicos que dan consulta. Venden DVD’s propagandísticos: “¿Quién es el Sr. López?”, o “Acteal, estrategia de muerte”, etc. Venden elotes asados, discos compactos, playeras con la caricatura de AMLO. Parece que así financian el plantón. Las pancartas llenas de consignas son el principal objeto decorativo. Aparecen personas que se pegan al cuerpo cartulinas con largas demandas. Miro la cara de Fox y Calderón, caricaturizadas, por casi toda la avenida.
Camino hasta donde empieza la calle Madero. Son ya pasaditas de las 12. La estrechez de esta calle, más las incontables lonas que la cubren, la gente, los vendedores, lo hacen sentir a uno apretado. Ahí hay energía. Disponen sillas cual auditorio callejero, frente a las cuales hay unas bocinotas que ya han sintonizando alguna estación que transmite lo que ocurre en el zócalo. En las sillas hay señoras sentadas, que tejen, que platican, que esperan la voz del Peje. Sigo avanzando. Hay monitores de televisión, muchachos que distribuyen volantes. Unos se ven medio enojados. Más “auditorios”. Saco mi grabadorcita y aprieto el botón de grabar. Al menos hay un equipo de sonido instalado en cada cuadra. La voz de AMLO estalla en todos ellos. Las viejitas alzan las manos y las mueven en el aire, con todo y sus tejidos. Aunque el discurso ya comenzó, en algunas carpas no apagan las grabadoras donde canta Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez e incluso Pepe Jara.
Por las bocinas se escucha un grito chillón: “¿¡Nos vamos a dejar!?”, a lo que las tejedoras, los reparte-propaganda, los peluqueros, los niños, los que están jugando dominó, los que van tomados de la mano, a los que el grito ese despertó, los crudos y los pachecos, contestan al unísono, con el brazo izquierdo en alto y el puño cerrado, “¡Noooooooooooooooo!”. Aplauso jubiloso; “¿¡Seguiremos en la lucha?!”, y toda la calle Madero se cimbra de nuevo, “¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!”
Por fin llego al zócalo. Ahí escucho la voz de Andrés Manuel, de su garganta al micrófono, del micro a las bocinas, de las bocinas a mis oídos. El ruido es generalizado, pues el discurso se mezcla con los gritos de la gente. Uno tiene que hacer un verdadero esfuerzo para discernir lo que se va escuchando. Por ejemplo, mis oídos captan: “No caeremos en provocalleve lleve la playeraaaaaaaa… Pediremos al ejército que la taaaaaaza la banderaaaaaa… mire joven la foto deltracióooooooon a la democraciaaaaa! Aplausos. Las carpas montadas en la plancha del zócalo no permiten ver el estrado. Hay un cerco alrededor para que solo ingresen a la plancha los simpatizantes, los de verdad, los que llevan ahí semanas. El tránsito se ha cerrado. El centro de la ciudad es amarillo. En cada bocacalle instalaron una grúa de la cual penden varios sistemas de sonido. ¿Cuántas peluqueadas y masajes tendrán que dar para pagar todo eso?
Viene un enunciado por parte de AMLO, y un grito por parte de la gente. Hace calor porque el sol pega recio. Ubico a un señor que sujeta con su mano una sombrilla dentro de la cual, calculo, cabemos dos.
Me instalo en la sombra y noto que el señor ni se inmuta de mi presencia. No he dejado de grabar nada. Al lado de mi benefactor hay una pareja de ancianos, cada uno con su sombrillita. Mis oídos siguen captando el llamado a la democracia, los cigarros de a peso, el gran fraude perpetrado desde los lleve las congeladaaaaaas… La viejita de al lado le pide a su marido le explique otra vez cómo estuvo el fraude. El señor le dice que fueron unos algoritmos, Andrés Manuel grita: ¡No nos vamos a dejar!; la viejita no sabe qué son los algoritmos, las bocinas reclaman: ¡Basta de abusos!, el señor dice que los algoritmos son unas cosas de la computadora que primero sumaron votos en la mañana, luego en la tarde, y luego otra vez en la noche. La viejita dice “Ah pues eso sí que es fraude”. Pasa una mujer cargando refrescos en una bolsa. Tengo antojo de un “esprait”.
En la sombrilla donde habíamos dos, somos ahora tres. Nunca supe de dónde salió una señora. Gordita. Mejor sigo. Llego a una esquina. Hay policías, cuatro: estamos listos para la hecatombe. Decido que mejor me voy y rodeo el zócalo. Hay cámaras de televisión, gente vestida de amarillo sentada en sillitas plegables, con cartulinas pegadas. “¡No caigamos en provocaciones!” sigo escuchando. Hasta el cansancio. ¿Provocaciones de quién? Supongo que mías. ¿Cómo se me ocurre comprar un carrito a plazos?
Llego a una jardinera y me siento para sacar mi cuaderno. Traigo en la cabeza demasiadas ideas y necesito decantarlas. Andrés Manuel calló. Un aplauso más fuerte y caluroso. La voz de una mujer convoca a que se cante el himno nacional. Comienza el coro y me levanto, voy a poner mi mano derecha, perpendicular a mi cuerpo, a la altura del pecho, pero… Detengo mi gesto. Todos los presentes cantan sentidamente, pero con el brazo izquierdo en alto. Unos cierran el puño, otros mantienen extendidos solamente el índice y el medio. Una V, supongo que de victoria. Siento que soy testigo de la reinvención de un símbolo. Nunca me enteré cuando pasó eso, el comienzo de una nueva patria o el derrumbe de un costumbrismo. O una nación que nunca supe ver. Dejé de cantar el himno, sentí que me lo habían rrebatado. Si pongo mi mano derecha a la altura del pecho van a decir que soy burgués. Mejor me callo y escribo: “Explota el aplauso, se encienden las radios, los bailes, la música. El mitin terminó. La plaza de la constitución parece hormiguero”.
III

Ya me voy de regreso. Recorro Madero pero en sentido inverso. El caminar la misma calle pero para el otro lado, es como hacer dos caminos distintos. Un grupo toca reggae. Mientras lo hacen, uno de los músicos dice a los presentes que harán un repaso a todos lo héroes que nos dieron patria, y al escuchar cada nombre, el público tiene que gritar “¡Presente!”. La música sigue, se acerca el de la guitarra al micrófono, un morenazo con rastas, y grita: “¡Miguel Hidalgo!”, y el público responde: “¡Presente!”. El del saxofón es quien ahora se aproxima y grita: “¡Josefa Ortiz de Domínguez!”, y el público hace su parte. Entre grito y grito los músicos bailan. Luego se acerca el bajista, se le queda viendo al micrófono y pone cara de duda, seguro que está hurgando en su mente, ¿qué otro héroe tenemos?, voltea la mirada desesperada al del saxofón, le suplica con los ojos, ¿qué otro?, y el bajista se acerca al micrófono y grita: “¡Ernesto Guevara!”. El público por un instante duda, se miran los presentes entre ellos, pero al final todos gritan “¡Presente!”. El del saxofón y el bajista miran al de la guitarra, con la cabeza le indican que se acerque al micrófono, como diciendo “Órale güey, te toca”. El guitarrista se queda varios compases frente al micrófono sin decir nada, hasta que por fin se le ocurre algo: “Ahora, en lugar de decir Presente, vamos todos a decir, Presidente, ¿sale?” El público dice que sí. A éste público no le queda de otra. El del saxofón ya agarró la onda, y él se pone frente al micrófono, toma aire, abre los brazos y grita: “Andrés Manuel López Obradoooooooooooooor”. Paran la música, los ejecutantes alzan los brazos, la gente los imita, se unifica el coro, estruendoso, tremendo, inacabable, ¡”Presideeeeeeeeeeeenteeeeeeeeeeeeeee!”.
Termina la música. Sigo. Sigo. Sigo. Pienso. ¡Qué bueno que vine! Me siento mucho mejor. Tranquilo. Porque al menos ahora estoy seguro de algo: la cosa está peor de lo que imaginé. No veo como detener esto. Siento que empiezo a entender cómo fue que todo comenzó. De hecho, creo que la historia es simple. Hay pobres. Hay promesas. Se otorgan las promesas a los pobres. Hay entrega. Una promesa es ilusión, es esperanza. Se arrojan promesas a los pobres como maíz a las gallinas. Eso me repugna.
Hay ricos. A los ricos nadie les promete nada. La única entrega es hacia ellos mismos. Nadie tiene que morir para que un rico mantenga su ilusión, su esperanza. Hubo quien murió para que la ilusión y esperanza del pobre tuviera sentido, continuidad. Hubo quien murió con tal de mantener una promesa. No es lo mismo dar maíz que dar la vida. No creo que Andrés Manuel se muera para cumplir todo lo que ha prometido. Hay promesas que no se cumplen, siempre sucede, triste e irrenunciablemente. ¿Por qué? Hay gente que quizás por vez primera siente que hace algo por sí misma, por su patria, por sus hijos. Una esperanza los alimenta. Un hombre que ha luchado contra todo los guía, incansable, insaciable. Sin embargo, a ese hombre no le creo. Se parece mucho a todo lo que repudia. Ojala que alguien lo proteja de aquello que tanto desea. Me pidieron que les mentara la madre “a esos cabrones”. No puedo hacerlo. De alguna forma, ésta gente también me pide que le miente la madre a los otros, es decir, a los que no son perredistas. No sé cómo se puede resolver un conflicto en donde ninguna de las partes reconoce a la otra. Ambas consideran justa la no existencia del otro. Cualquier detalle, por ínfimo e intrascendente que sea, alebresta las jaurías. En mi país no sabemos mirarnos. Nuestro espejo sigue ahí, bien enterrado. Sigo. Ahora Toluca me queda más lejos.

20 comentarios:

sylvíssima dijo...

Hey!! qué gusto verte en la blogósfera. Espero que las crónicas se aparezcan una tras otra.

Estoy contenta.

Un beso, S.

Y dijo...

me gustó mucho tu crónica. Tu nombre se parece tanto a un maestro que tuve en la carrera, sólo espero equivocarme, en fin. Yo también vivo en Toluca pero soy del DF, así que también he ido a todo este relajo, claro! que no estoy loca como para ir en domingo.. pero es triste ver en lo que se ha convertido mi ciudad, da coraje ver esos carteles que meten por delante a la virgen María para dar legalidad a sus actos (y eso que católica no soy), desesperación por no saber cuando dejaran que entre la razón y dejen de hacer su relajo porque a fin de cuentas tantas generaciones lucharon por una democracia, sí por un derecho a la libre expresión pero sobre todo un derecho a vivir y dejar vivir, sobre todo a vivir en paz.. yo confío en que somos más los que deseamos una "tranquilidad" en las calles para luchar por el gobierno que viene por delante. Después de todo éste viernes tenemos que recordar que debemos "sumar y no restar" por el bien de Mèxico, para "unir" nuestras voces y hacer real las palabras "VIVA MÉXICO"

Anónimo dijo...

"sabia virtud la de conocer el tiempo" dice un poeta, en tu caso se aplica. Es interesante cómo percibes la vida en el plantón. Me gustaría enojarme por ver unos baños públicos enfrente de Bellas Artes, porque tengo que caminar más a los museos que me encantan; pero la verdad es que no puedo enojarme más con ellos (los del plantón) que con el gobierno. Este plantón no es sino la continuación de uno más abstracto que dejamos que se quedara hace rato. No hay otros pobres es ese plantón, al menos no pobres físicos sino miserables ciudadanos que cancelamos el derecho a censurar cuando por más de dos sexenios no exigimos algo más.
Las promesas hoy están en el áire, el problema es que probablemente en cualquier victoria sigan ahí.
Es bueno volver a escribir y poderte leer.
Felicidades por tu blog

Anet dijo...

que denso no crees moncho?
es algo que jamas terminaré de entender..
chido que ya tengas blog :D

Anónimo dijo...

todos son hijos de puta. los de un bando por ser tan pinches ojetees y aplastar la supuesta democracia con basura mediatica y darle de comer a funcionarios pendejos como los del trife y el puto ese de ugalde. los del otro bando por atropellar la garantia individual del libre transito.
por lo menos los plantonistas demuestran abiertamente su repudio al gobierno no como yo que veo en internet lo que los otros piensan jajajajjaa
esta chido monchi
davo.

Pepe Porcayo dijo...

Moncho, que gusto que estes en el espacio bloguiano, esbes que se te quiere y estima mi amigo, checa mi blog: http://joseantonioporcayo.blogspot.com
Buena crónica

Anónimo dijo...

"Tener verdadero éxito en la vida es: reír mucho y muchas veces ganar el respeto de personas inteligentes; gozar del cariño de niños; ganar el reconocimiento de personas cualificadas y saber soportar la traición de falsos amigos; apreciar la belleza; buscar lo mejor en los demás; dejar el mundo un poquito mejor de como lo encontraste - con un hijo sano, un bonito jardín o una persona más feliz; saber que al menos alguien ha vivido mejor gracias a ti."

Ke bn ke andes por aka, con tus buenas crónicas jaja, es interesante leer tu perspectiva de la situación ke se vive día con día en el país ke en realidad es preocupante, pero en fin nadie los hará entender...
Cuidate mucho ;)
Keyla

NMM dijo...

sopas, loco, bienvenido seas a estos pagos y que haya muchas crónicas de estas.


cuando caigas al de efe avisas para toparte con unos totopos.


abraxos,

noé

potenciando dijo...

Gracias, Monchis, por la metáfora del espejo enterrado y por la reseña de tu exploración centrodefeña, ya que me ayudan a intentar descubrir el espejo y reconocerme en aquellos a quienes supuestamente desprecio sin darme cuenta de que soy yo mismo. Me doy cuenta de que cuando evito verme en el espejo del otro, ya sea llamándole “PeRDedista resentido” a uno o “pinche burgués” al otro, no sólo deslegitimo al otro sino que lo hago conmigo mismo porque ambas partes están presentes en mí. Al negar al otro me cierro también a las posibilidades de evolucionar. Ha sido una llamada de atención. Si queremos generar una realidad mejor tenemos (tengo) que dejar de invalidarnos mutuamente, de caricaturizar a la contraparte. Debemos (debo) escuchar la parte de verdad que hay en la postura del contrario. De la integración de los opuestos surgirá una realidad de mayor nivel. Pero se requiere del esfuerzo para realizarlo y tú ya lo estás haciendo. Un abrazo, Enrique Bores

Anónimo dijo...

la metafora del espejo enterrado la uso primero el idiota de carlos fuentes

Anónimo dijo...

Como otra espectadora que pudo percibir la música, la fuerza, la apatía, la alegría, los olores, la entrega, la sorpresa... sólo puedo decirte que retrataste el cuadro a la perfección.

Besillo,
Vero

Román Luján dijo...

Buena crónica; certera y divertida. Me sentí en el lugar de los hechos.

Larga vida a este blog.

Anónimo dijo...

moncho yo quise hacer algo parecido a lo tuyo pero no me dio tiempo porque se me hizo tarde, era lunes a las 8 d la noche y ya los paristas estaban jugando playstation y no hacian nada, sólo escuché una grabacion de un discurso de AMLO que no me detuve a escuchar porque tenia que llegar temprano a donde me dirigia.

jorge lopez

Anónimo dijo...

y me preguntas en clase "por que esa apatia? un poco de animo!!!"


monica quant
de panorama internacional

Anónimo dijo...

Mi muy estimado Juan Ramón. Me dió gusto leer tu blog, más que nada porque el mismo contenía una perspectiva mucho más amplia de la que nos presentaste durante la clase. Debo de admitir que recibí muchos comentarios de parte de mis compañeros diciendo: "no lo leas". Fue un buen ejercicio para ver un punto neutro sobre el asunto. Agradesco el hecho de ver esta entrada. Además me gustaría agradecerte el hecho de que estas iendo mucho más allá de la acción de ser un maestro y has compartido muchas experiencias con nosotros eso es lo que realmente cuenta. Gracias,
Saúl

John Pluecker dijo...

pues claro q me gustó... puse link en mi blog. con un poco de comentario. y mira cuantos comments tienes aquí. ahora tienes q seguir posteando. jp

Anónimo dijo...

Felicidades y muy interesante, te seguiré leyendo!!
ITzeL : )

Anónimo dijo...

Gracias Moncho por la profundidad con la que puedes ver este fragmento de realidad.
Se cree en algo y no se es capaz de cuestionar en lo que se cree, estoy hasta la madre de esta polarización, de la ineficacia de los políticos mexicanos, del egoismo de los partidos pol, de la falta de espíritu crítico en los mexicanos.
Tenemos que transformar nuestra forma de ver al mundo, para poder aportar lo que nos corresponde y por lo que estamos aquí.
Gracias, un beso y hasta la próxima.

Anónimo dijo...

Gracias Monchis por permitirme echar un ojo desde lejos sobre los asuntos actuales en México. La neutralidad de tu relato o por lo menos de tu forma de relatar lo visto, lo observado hace que cada uno puede sacar su propia opinion e imaginar mejor lo que anda pasando por esas tierras desafortunadamente tan lejanas. Lamento decirte, amigo, (pero supongo que ya lo habras notado) que en Francia también faltan un chingo de espejos ya que como lo volvieron a demostrar los eventos de estos ultimos meses de a principios del 2006 acerca de las reformas del santisimo "code du travail", todos andan (andamos ????) ciegos, nos tapamos los ojos y oidos en cuanto se nos llega una opinion algo distinta o menos esquematica y por lo tanto menos confortable. Como podra ejercerse la verdadera democracia si seguimos aferrados a una vision (sea la que sea) sistematicamente dual y maniquea, cuando la realidad es mucho mas rica y compleja?! Un cantante francés que (creo) te gusta bastante dijo "à plus de quatre on est une bande de cons". También es un tanto categorico, obviamente, pero algo de eso habra, no? (se trataba de Brassens que siempre reinvindico su a-politizacion). Bueno en fin este tipo de constataciones siempre deja algo como un sabor amargo en la mente.... Cuidate mucho, y gracias!!!
Vero

Anónimo dijo...

Tal vez he sido egoista, pero en mi caminar aún no encuentro la forma de hacer una crónica ajena sin intentar primero descifrar la mia. De ahí deviene algo más complejo que intentar explicar la realidad de lo que nos rodea y nos lastima, y que a la vez nos fortalece y nos impulsa... Utópico es uno de los adjetivos que aún trunca mi actuar; pero que sin duda me hace esceptico al aplicarlo a mi ser cotidiano, creyendo que si yo todo lo puedo, pues algun día podré despertar creyendo haber vencido a ese demonio.

Monch...! Comparto muchas de tus inquietudes, y admiro la entrega con la que realizas esto. Ojalá y lo sigas transmitiendo a la gente que te escucha, con la convicción y responsabilidad que nos obliga a predicar con el ejemplo... Tú sabes porque lo digo.

Pd. Todo es perfectible, pero pon a tus alumnos a checar su ortografía...!!! ja ja