cuerpo de campo germinado
de miradas con vocación azul
alma de piel de armiño
pestañas como terrazas al edén
carmen que se disemina
en revuelcos de aves que nos miran,
que remontan el vacío
que nosotros no miramos
tierra hundida en un naufragio
vientre de Lidia
iris que brilla
como osa mayor
dos columnas te sostienen
caen sobre mí como la noche del fin de los días
hembra deidad
que toca todo lo que habrá de convertirse en vida
de pino fresco nace el vaho
que desempaña certidumbres
de tu boca el día se alumbra
carmín que reverdece
furtivo pelambre de la tierra
persigue al infinito
nada más para seguirte
por sostenerte sin vilo
por respirar tu pulso
rostro de mi reflejo
rostro de luna llena
rostro de Teseo al final del laberinto
rostro de fracción del universo
rostro de Beatriz que me guía por el infierno
rostro de Eva antes y después del pecado
rostro de canto de sirenas
rostro que al final reconozco como el rostro mío
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