También ocurre que en esos cuartitos -los baños-, te encuentres una o tres o cinco revistas de diversa índole. Es probable que una de ellas se llame Nivel I, revista que circula por Toluca y Metepec, y que está plagada de la más suculenta información digna de las mentes más subdesarrolladas. Puras fotos de “gente bonita”, con apellidos rimbombantes, fiestas en donde ésta gente que no conoces aparece con otras personas que quizás si conoces pero que no te importan. Sucede que mientras estás sentado en la taza del baño, dándole oportunidad a la momia de que se libere, abres la revista en cuestión y te encuentras con páginas enteras con la foto de un chico rubio, ojo claro y uniceja. En una de esas páginas viene escrito el nombre de Enrique Abascal. Supones que el chico rubio es ese que ahí dice. Te preguntas quién coños es, a qué se dedica y porqué esa revista lo pone en más de cuatro páginas, a cuerpo completo. Quizás es un inminente miembro de alguna organización no gubernamental, un periodista o actor destacado, el miembro de una banda de rock pop. Ya de perdida el fundador de la secta circuncisa, capítulo toluqueño. Como no atinas, te decides a leer las frases que complementan las fotografías. Así, entre comillas lees:
“Me encanta la moda; seguir las nuevas tendencias tomando en cuenta lo que mejor me queda.”
Piensas que esa frase es lo más inteligente que has leído desde que entraste en el baño. Pero este destello no te dice nada aun del insigne personaje. La siguiente página trae, junto con la foto del tal Abascal en un bonito traje de reconocida marca, ésta frase:
“Nunca establezco un patrón definido para vestirme; me gusta elegir día a día lo adecuado para la ocasión.”
Quieres saber a qué maldita ocasión se está refiriendo: ¿Cuándo reciba un premio Nobel? Empiezas a sospechar. Quizás se refiere a cuando sale a comprar la leche que le encargó su jefa.
Tanta lucidez no te amedrenta. Más bien te entretiene. Te entra el morbo pues, y estás decidido a saber quién es el tal Enriquito, y te clavas a filosofar en su siguiente idea:
“Los accesorios reflejan mi personalidad y mi modo de vida.”
Jmm, haces con la garganta, mirando un paraguas que trae el joven, intentando protegerse de una manguera que le está chorreando agua. Te preguntas ¿para qué? En la foto el cuate ya está empapado, con otra camisita de marca reconocida.
“¿Metrosexual? ¡Si, claro! me gusta cuidar mi imagen y me preocupo por mi bienestar”
Esa es la frase con la que decides terminar. Te dices a ti mismo que si el joven Abascal en verdad se preocupara de su imagen, jamás hubiera aparecido en esa revista. Total que jamás te enteras quién es el muchachito ese.
Ya casi terminas de hacer lo tuyo en ese infame cuarto de 1 x 1. Pero el morbo te hace abrir otro número de la misma publicación. Encuentras otro reportaje. Esta vez se trata de una chica que responde al nombre de Susana A. Salgado. Qué curioso, también ella es una brillante profeta de la intelectualidad de principios del siglo XXI. Junto con sus fotos aparece esta joya de la dialéctica moderna:
“Desde niña me gustó la ropa, en especial la ropa de mujer, así que sospecho que nací para esto, y aquí me tienes.”
Ahí dice que la chica es diseñadora, y que fue para eso para lo que nació. Aun así, no terminas de entender qué quiso decir con eso de que “le gusta la ropa, en especial la ropa de mujer”.
El baño y tu ya están hartos de tanta mierda. Intentaste descubrir la identidad de aquéllos seres humanos, pero no pudiste ver ni siquiera la máscara más cercana a sus verdaderos rostros. Son nadie jugando a ser alguien que no son ellos, sino el reflejo de lo que deberían ser, el reflejo de lo que el mundo quiere que ellos sean. Hojas y hojas de fino gramaje, selección de tintas de alta calidad, trabajo de fotografía impecable, son el instrumental que construye una linda fachada que no devela nada de lo que adentro existe.
Sales del baño y le dices a tu amigo que ha elegido el mejor lugar como morada de aquéllas revistas.
1 comentario:
No he tenido la desgracia de encontrarme con la revista. Para mi mala suerte sí he conocido a Abascal... Pobre chico! Supongo que necesita esa clase de publicidad para intentar compensar tantas carencias...
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